Se ha hablado mucho, aunque no lo suficiente, de la falta de mujeres en el ámbito STEM. La situación en el ámbito tecnológico es preocupante en general. En los últimos años ha descendido el número de estudiantes en este tipo de carreras, indistintamente del género, algo que ya ha hecho que se levanten voces de alarma ante un no tan lejano futuro con escasez de profesionales. No es para menos. La previsión de la OCDE para 2020 era de un déficit de tres millones de profesionales con conocimientos TIC/STEM, a lo que hay que sumar la desaparición de millones de empleos desplazados por las tecnologías, al tiempo que se produce la creación de otros en los que el desempeño tecnológico es esencial. Por todo esto, la brecha de género digital es, todavía, más preocupante.
Según la UNESCO, “La igualdad en el acceso a la ciencia no es solo un requisito social y ético para el desarrollo humano, sino también una necesidad para la realización de todo el potencial de las comunidades científicas para orientar el progreso científico hacia el conjunto de las necesidades de la humanidad”, destacando la urgencia de tomar medidas para el acceso de las mujeres a las carreras científicas. Con esta declaración, la UNESCO no sólo señalaba la urgencia ante la previsible falta de científicos, sino la necesidad de que la mujer formara parte del progreso científico y tecnológico, como parte de ese requisito social y ético que permitirá avanzar en el desarrollo humano. Cuando la UNESCO publicó esta declaración aún ocupaba el cargo de director general Federico Mayor Zaragoza, quien solía contar que, hablando en cierta ocasión con Nelson Mandela este le dijo: “No se haga usted ilusiones, no habrá cultura de paz hasta que un alto porcentaje de mujeres no tengan un papel relevante en la toma de decisiones”. En ese punto es donde radica la urgencia y la necesidad de romper la brecha que dificulta el acceso de las mujeres a las competencias digitales, pero también a los puestos de dirección y de gobierno en general.
Los tiempos que estamos viviendo son tiempos de cambio en muchos sentidos, y el mundo al que nos dirigimos no sólo necesita que haya un buen arsenal de profesionales en el ámbito tecnológico, necesita que buena parte de esos profesionales sean mujeres porque es lo único que, en estos momentos, puede orientar el futuro hacia un enfoque más social y humano de las tecnologías. Sin embargo, sería un gran error excluir a los hombres de este futuro. La igualdad debe estar siempre en las oportunidades que se brindan, pero nunca en condicionar o limitar el desarrollo de las naturales potencialidades de cada ser humano. La razón por la que afirmo que sólo una mayor presencia de la mujer puede guiarnos hacia un mundo más humano no busca inclinar la balanza hacia el otro lado, sino equilibrarla. No creo descabellado decir que prescindir de las aportaciones, visiones, enfoques, conocimientos y potencialidades de casi la mitad de la población mundial no sólo perjudica a las mujeres, nos perjudica a todos. La discriminación por género ha creado una terrible polarización que ha afectado a la distribución de la riqueza, la explosión de conflictos bélicos, la explotación sexual, la desigualdad, el incremento de la pobreza, etc., y no por culpa del monopolio del poder por parte de los hombres, sino por el desequilibrio causado por la falta presencia femenina.
Es futuro exige, por tanto, un fuerte compromiso con la Agenda 2030 en la promoción de niñas y mujeres en las carreras STEM y un pacto por la educación que garantice la erradicación de las brechas y las visiones sesgadas dentro de las futuras generaciones. Todo esto sin perder de vista que la igualdad de género no puede conducirnos, de ninguna manera, a un nuevo desequilibrio, sino a aprovechar finalmente las capacidades humanas, todas ellas sin distinciones, en beneficio de toda la humanidad.
Fátima Gordillo
Periodista y consultora de formación y desarrollo organizacional en Valor Humano S.A.
1. Panorama para la Educación 2017. OCDE
2. Declaración de la UNESCO sobre la Ciencia y el uso del conocimiento científico (1998).
3. Adoptada en 2015 por la Asamblea General de la ONU para el Desarrollo sostenible.