Por Fátima Gordillo
La reciente aprobación de la Ley para la transformación digital del sistema financiero ha sido una de las noticias más esperadas del sector fintech en nuestro país, ya que establece finalmente un marco controlado que, según ha publicado la Asociación Española de Fintech e Insurtech (AEFI), “se convertirá en el mejor campo de pruebas para nuevos modelos de negocio que aún no están protegidos por una regulación vigente, supervisados por las instituciones regulatorias”.
La creación, además, de un entorno seguro de pruebas conocido como sandbox, culmina un arduo trabajo de las empresas del sector por contar con uno de los sistemas regulatorios más avanzados de Europa. En enero de 2017 la AEFI ya había lanzado un Libro Blanco Regulatorio con la intención de solventar el problema de la falta de elementos de control que, en palabras de la AEFI, “estrangula un sector que puede aportar mucho crecimiento”; la nueva ley abre ahora las puertas a una expansión largo tiempo esperada, no sólo por las empresas del sector, sino también por los usuarios, protagonistas igualmente del crecimiento experimentado por las fintech en los últimos años.
Conviene recordar que el origen del fintech está íntimamente ligado a la crisis financiera de 2008, que derivó en una grave pérdida de confianza de los consumidores en la banca tradicional. Así, cuando el desarrollo de la tecnología y el desencanto de usuarios y profesionales cruzaron sus caminos, comenzaron a surgir gran variedad de productos financieros, caracterizados en su mayoría por la transparencia, la agilidad y el enfoque en solucionar las necesidades reales de sus clientes, algo a lo que la banca tradicional no había prestado demasiada atención. Gracias a eso las fintech, como hormigas caminando entre dinosaurios, se abrieron paso en un mercado que necesitaba restaurar la confianza de usuarios e inversores, influida por otra de las señas de identidad de las fintech: su espíritu cooperativo. Así, mientras otros disruptores como Uber o Airbnb han pasado por un periodo de enfrentamiento (no siempre con buen final) con el sistema tradicional, bancos y fintech optaron por establecer alianzas, de manera que muchos bancos incluyen ahora en su oferta servicios gestionados a través de empresas fintech.
Hoy, con una nueva crisis económica en ciernes a consecuencia del covid-19, las fintech podrían volver a ser protagonistas, participando en la creación de un entorno propicio para la recuperación. El tan ansiado marco regulatorio podría, según estimaciones de la AEFI, incentivar la creación de unos 5.000 nuevos empleos directos en el sector en los próximos dos años, así como una inversión adicional de unos 1.000 millones de euros, la retención del talento en el país y la atracción de inversores. Una buena parte del ecosistema fintech está empleándose a fondo en estos momentos para atenuar los efectos de la crisis, facilitando y agilizando el acceso al dinero y la financiación, tanto para usuarios como para empresas, por medio de sistemas seguros de atención telemática al cliente, sistemas digitales de firma de contratos y la gestión de seguros de bienes, salud y viajes mediante las empresas vinculadas al insurtech.
Hay, por otra parte, una inesperada (aunque esperada) ventaja del planteamiento fintech, y es que según datos recogido por la AEFI entre sus asociados, el 66% de sus empleados son mujeres, de las cuales, más de la mitad procede de la banca tradicional. La razón de estas cifras se deben en parte a la facilidad que aporta este modelo de negocio, basado estratégicamente en las nuevas tecnologías, a la conciliación familiar, pero también a que este sector está propiciando la ruptura de la brecha de género, ofreciendo a las mujeres más oportunidades de desarrollo profesional y acceso sin prejuicios a puestos directivos. Ciertamente no estamos viviendo tiempos fáciles, pero sí un interesante tiempo de cambios propiciados por el recién estrenado sandbox. Cambios necesarios en el que las fintech tienen en su mano liderar no sólo la recuperación económica, sino también participar activamente en el nuevo rumbo que requiere nuestra sociedad.