Transformación digital sí, pero no para todo

Si buscamos una definición de “transformación digital”, rápidamente encontraremos la idea de que se trata de integrar la tecnología en todas las áreas de una empresa, cambiando la forma en la que esta opera y en la que aporta valor a sus clientes. Desde ese punto de vista, transformación digital implica la posibilidad de integrar machine learning, blockchain, almacenamiento en la nube, plataformas móviles, IoT, IA, big data, realidad virtual… y cualquier otra tecnología que facilite a la empresa un trabajo interno más fluido y organizado, con una mejor comunicación y capacidad para desarrollar un trabajo colaborativo, así como mantener vivo un servicio ágil y eficiente, acorde con las necesidades que demanden los clientes en cada momento.

Dada la rapidez con la que se desarrolla y llega al mercado la oferta de soluciones tecnológicas, las empresas necesitan dedicar parte de sus presupuestos financieros y de tiempo a la formación de sus empleados. Cada nueva implementación conlleva un cambio de mentalidad en las distintas áreas de las compañías, así como en la dinámica de los equipos de trabajo; es lo que se denomina como “cambio de cultura empresarial”, y lejos de lo que pueda suponerse, no es algo nuevo ni exclusivo de la era digital, sino que ha acompañado al ser humano en cada uno de los cambios tecnológicos que se han producido en la historia. La invención de la imprenta cambió para siempre la forma de copiar libros, el teléfono cambió nuestra forma de comunicarnos, el ordenador cambió la manera de tratar y archivar la información y, ahora, la aceleración tecnológica vuelve a irrumpir para mejorar la productividad y crear nuevas oportunidades de negocio. Estamos de acuerdo en que es algo que no se puede dejar pasar, porque no avanzar con la corriente implica quedarse muy, muy atrás.

Sin embargo, en la sobreabundancia de posibilidades es necesario no perder de vista el objetivo fundamental de la tecnología, que es ser un punto de apoyo y mejora del trabajo humano. El necesario cambio de cultura debe pasar también por entender, a todos los niveles de la compañía, que el simple hecho de implementar una tecnología no va a generar automáticamente un mayor beneficio en la empresa; es necesario prestar la debida atención al factor humano, al conjunto de los empleados, socios y clientes de una entidad, a las relaciones y reacciones que se establecen entre ellos y en las posibles repercusiones de prescindir, a veces, de esa vinculación directa a cambio de automatizar un servicio. Por eso es importante que las empresas inviertan esfuerzos en conocer bien su estructura y negocio para valorar las contraprestaciones con antelación, así como en formar a sus empleados, capacitándolos en las habilidades que ninguna tecnología puede hacer por ellos. Las compañías que sepan sumar adecuadamente el potencial tecnológico al potencial humano serán, sin duda, imparables.

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