La palabra átomo significa literalmente “que no se puede cortar”. Es decir, para los griegos –para Demócrito, en concreto-, el átomo era la partícula más pequeña posible de la materia. Sin embargo, en 1919, en la Universidad de Manchester, el neozelandés Ernest Rutherford consiguió dividir esa partícula indivisible e inició la era nuclear.
Cien años después de ese logro, estamos asistiendo a otro de consecuencias probablemente similares en el mundo de la tecnología. Estamos pasando de lo que conocíamos como unidades mínimas de computación, los bits, a partículas que se superponen entre cada bit, los qubits, para iniciar la era de la computación cuántica. Pero no solo eso: los qubit pueden también entrelazarse y afectarse entre ellos aunque estén alejados para aumentar la protección de las comunicaciones, por ejemplo. La consultora de desarrollo digital española Syntonize repasa el futuro de esta tecnología que se encuentra en la agenda de la innovación de cada vez más empresas de todo el mundo y de casi todos los sectores económicos y de la que se espera que represente un mercado de 1.765 millones de dólares en 2026 frente a los 472 millones de dólares de 2021 según la consultora Markets&Markets.
Los problemas que se presentan en el mundo actual son cada vez más complejos y precisan de mayor potencia de cálculo para ser resueltos: hablamos, por ejemplo, de encontrar rutas a Marte pero también de realizar una sesión de radioterapia de máxima precisión.
“En realidad, de la misma manera que no se puede identificar a los experimentos de Rutherford con la fisión nuclear, que llegaría una decena de años más tarde, la computación cuántica está aún en pañales y no creemos que pueda considerarse desarrollada hasta al menos dentro de diez o doce años”, apunta Juan Quintanilla, CEO de Syntonize. “Pero lo que sí está claro es que este avance ayudará a mejorar la comunicación y a procesar de forma más eficiente la información”.
La tecnología cuántica ya se usa para realizar imágenes de resonancia magnética, por ejemplo. Pero también está siendo aprovechada por los ciberdelincuentes para romper con la criptografía que protege las comunicaciones típicas de hoy en día en Internet, incluyendo las del Internet de las Cosas, el Blockchain o las redes 5G. Precisamente por eso, organismos como el NIST o la NSA están exhortando a las empresas a desarrollar tecnologías de cifrado cuántico para reducir las capacidades de los criminales lo antes posible.
En cualquier caso, desde el lado positivo, cada vez más sectores industriales se apuntan al desarrollo de aplicaciones cuánticas: en Japón se está usando para detectar tumores mediante técnicas no invasivas. En el ámbito farmacéutico se simulan interacciones entre sustancias químicas y órganos humanos para reducir los tiempos de comercialización de nuevos medicamentos. Y en el mundo energético, se están produciendo ya fertilizantes a partir de amoníaco gracias a los avances cuánticos.
La computación cuántica aporta un valor diferente al desarrollo de la tecnología y muchas empresas españolas se han sumado ya a este tipo de desarrollos para, entre otros, luchar contra la ciberdelincuencia, desarrollar bots con aprendizaje automático, procesar datos genéticos, analizar estructuras moleculares complejas, detectar fraudes financieros y optimizar carteras de inversión o, incluso, para reducir las emisiones de carbono creando nuevos materiales. En este sentido, desde Syntonize se alerta también de la posible falta de talento preparado para capitalizar estas oportunidades de negocio.